1 Defiende a tu cliente como a ti mismo. Es quien ha depositado su confianza en ti y solo por eso, merece tu lealtad y una buena representación de tu parte; de lo contrario, deja que otro lo haga. Además, un cliente satisfecho es el mejor promotor para que obtengas otros más, que por sus buenas recomendaciones vendrán a ti.

No asumas un caso, si no estás convencido. Si a ti no te motiva ¿cómo podrías persuadir a los demás y especialmente, al juez? La pasión y la veracidad no se pueden fingir, por muy buen actor que consideres ser, tampoco la falta de conocimiento. No olvides que los jueces descubren al mentiroso y al falso, aun sin que tenga que emitir una sola palabra, tienen años de práctica viéndolo.

Trata a tu colega como te gustaría ser tratado. Ese contrincante que es tu actual adversario se podría convertir en un aliado, más rápido de lo que piensas y bajo otras circunstancias. Cuando menos lo crees, tendrás que implorarle la piedad que ahora le estás negando.

No asegures un éxito que no está en tus manos. Ese testigo estrella se puede “estrellar”, tu contrincante tener mayor pericia, un plazo destruirte el juicio o el juez tener válidamente otro punto de vista distinto al tuyo. Existen muchas variables que no dependen de ti, sé sincero y mantén una perspectiva realista del caso que te han encomendado, sin que por eso dejes de prestar el mayor de tus esfuerzos, como si se te fuera la vida en ello.

Mantén un ejercicio ético, decoroso y apegado a las reglas. Cualquier argucia se sabe, no hay nada oculto bajo el sol, sobre todo en un país donde todo el mundo se conoce y cada cual tiene un amigo, primo o conocido abogado que estará siempre presto a dar su opinión sobre tus actuaciones.

Más vale un kilómetro de secretario que un centímetro de juez. No menosprecies al servidor judicial ni descargues tus frustraciones en él, ese es tu colaborador y con el que mayor contacto mantendrás en el proceso. Incluso, lo verás más que al juez y probablemente, su asistencia oportuna será la gran diferencia entre que seas la parte gananciosa o la perdidosa.

No hay enemigo pequeño. Aquel abogado recién graduado de cuyas novatadas te burlas o a quien subestimas solo porque tienes más experiencia que él, puede darte la lección de tu vida.
Tiene más ímpetu que tú y más tiempo para dedicarle a un caso que consideras rutinario, convirtiéndote vergonzosamente en ese conejo confiado al que aventajó la tortuga.

8º Ningún caso es igual al otro. La desidia y el exceso de confianza se pueden convertir en tus peores enemigos. Estudia cada expediente como si fuera el último porque cada defensa es un mundo y cada demanda un universo distinto que precisa un esfuerzo particular de tu parte.

No justifiques tus fracasos en los demás. La versión de que el juez tenía preferencia con tu contraparte es tan endeble como la del alumno que dice que el profesor la tomó contra él. Levántate valientemente, siempre habrá un recurso qué interponer, una acción qué entablar o una negociación para tu cliente que pudiera resultarle ventajosa, si te manejas con honestidad y una buena dosis de astucia. Quejarte no resolverá nada, si no, dedícate a vender plátanos.

10º Sé humilde para entender cuándo detenerte. No pelees solo por la satisfacción de regodearte en el otro, acumular fortuna o alimentar tu ego. No desperdicies el tiempo en estrategias que te hagan perder de vista el objetivo para el que has sido contratado. No se trata del recorrido más elocuente, sino de alcanzar la meta de la manera más eficiente y acertada, pero también más digna y honesta.

No hay que desesperarse, los fracasos y triunfos vienen y van. Pocos recuerdan cómo se comienza, muchos, cómo se
termina.

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