Desde el vientre de su madre se acostumbró a ser el centro de atención, era imposible que pudiera pasar desapercibido entre los malestares de los primeros meses y su irrupción abrupta a este mundo en medio de dolores de parto. Todo estaba diseñado para esperar al rey que, aunque en realidad es príncipe, vino a destronar a sus padres y a regir por siempre sus ya agitadas vidas.

Precedido del “genre reveal” que siguió con un baby shower, para continuar por un bautizo con toda la pompa, se ha mantenido siendo el astro en torno al que todos giran. Su intolerancia a la lactosa que le provoca cólicos y su incapacidad de dormir en las noches han ocasionado que no exista forma de ignorar su existencia y que sea tema constante de conversación con el atribulado pediatra y madres con más experiencia. Las salidas, cada vez más escasas de sus papás, están ahora sujetas a su hora de acostarse o a los desvelos que haya podido producir.

Ni siquiera la ida al preescolar ha logrado el desapego en medio de un período de adaptación tortuosamente largo y las llamadas de las senos ante cualquier situación que consideren inusual. A partir de ahí, las veladas y cumpleaños infantiles son un toque de queda prácticamente semanal que han sustituido las idas a bares y restaurantes. Mientras se respira el camino a la infancia, participa en múltiples actividades extracurriculares que, no sólo copan su tiempo, si no (y sobre todo) el de aquellos de los que el niño depende, en una lucha atroz entre el horario y el tráfico.

Como el buen deportista en que se ha convertido, los fines de semana están bloqueados de torneos, competencias y entrenamientos a los que no puede faltar, si no quiere que lo saquen del equipo. Lo que se programe en la semana dependerá en gran medida del calendario de compromisos del pequeño de la casa. Mientras tanto, el menú de las comidas se ha cambiado para ajustarlo a los gustos del infante que prácticamente sólo reconoce como alimentos posibles las pizzas, helados y hamburguers; de lo contrario, está dispuesto a morirse de hambre, pero nunca de inanición porque se les busca la vuelta a sus antojos gastronómicos (es preferible complacerlo que un día completo de intransigencia y berrinches).

Y así, ingenuamente, piensan los progenitores que son los que toman las decisiones en el hogar, pero, si gobernante es el que dirige, influye y traza las pautas de un determinado espacio, no hay que ser un genio para saber quién lo es en este escenario.

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