En el libro “La herencia” John Grisham decía que “Lo primordial es la verdad, pero hay muchas maneras de contarla” y si no, pregúntenles a los testigos de un caso: unos, apenas recordarán lo sucedido; otros, para no lucir despistados, les agregarán detalles inexistentes; mientras que los menos, admitirán que no retuvieron los detalles y con sinceridad se darán por vencidos. Una mujer que haya presenciado algún acontecimiento se habrá podido fijar desde la vestimenta hasta el tipo de peinado de los sujetos, mientras el hombre apenas se dará cuenta, a menos que hubiese un vehículo involucrado. Las personas de edad avanzada se enfocarán en lo que consideren relevante, los más jóvenes solo en lo que resulte evidente; no hay credibilidad infalible en la prueba testimonial porque el elemento subjetivo se impone y es tan variada como la naturaleza humana.

De nada sirve la verdad, cuando lo más importante es probarla. Todo dependerá de parte de quién provenga la versión, cuáles son sus pretensiones o conveniencias, a quién afectan, qué intereses lo promueven y qué se persigue obtener. Incluso, el discurso de un mandatario gustará según desde dónde se mire. Cada quien tiene su verdad y por eso puede haber muchas: la que conviene, la que se desea mostrar, la que no hiera y la que consideramos presenta una mejor imagen de nosotros mismos. Cada historia tiene su interpretación que será tan válida como verdadera para quien la sostenga.

La imparcialidad es una quimera, la relatividad impide la pureza de lo cierto, ninguna postura es absoluta porque cada cual tiene sus propias convicciones, sus afectos, sus creencias arraigadas -muchas veces desde la infancia- y hasta las frustraciones de la juventud o las inconformidades de la vejez y nada ni nadie podrá cambiárselas porque esa es su realidad. No hay una sola verdad, solo verdades o puntos de vista de las que, junto a la razón, todos se consideran acreedores. Como al contable aquel que en una entrevista de trabajo le preguntaron cuánto eran dos y dos y, mientras los aspirantes que le precedieron habían dicho que 22 o 4, él le preguntó al reclutador: “¿Cuánto quiere ud. que sea?, a lo que le contestaron: “¡Queda contratado!”.

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