El discurrir de los años nos deja a su paso sabias enseñanzas y en base a repetir experiencias, nos las muestra con total sencillez para aplicarlas y entenderlas:
1.- Toda historia tiene dos versiones: Ninguna persona tiene la razón total de su parte, en cambio, cada cual tiene la suya que puede ser tan válida como la del otro. Nadie tiene la verdad absoluta, sino la propia, las circunstancias pueden considerarse desde lo alto o desde lo bajo de la colina y serán perspectivas diferentes que ofrezcan visiones distintas, pero igual seguirá siendo la misma montaña.

2.-Lo que aparenta demasiado fácil suele complicarse: Cada situación trae consigo una cuota de dificultad con lo que todos deberíamos lidiar (y cargar), aquello que no comporta cierto grado de esfuerzo es sospechoso y posteriormente, demuestra no ser tan sencillo. La experiencia demuestra que lo que luce demasiado bueno para ser verdad es que, en realidad y al final, no lo es.

3.- Todo aquel que hace algún favor persigue una recompensa: La palabra gratis está sobrevaluada y es una utopía, quien ayuda de manera aparentemente desinteresada espera reciprocidad, aunque fuese la satisfacción espiritual del agradecimiento y esas deudas, justo por ser invaluables e intangibles, nunca acaban de pagarse por completo.

3.-Toda acción lleva a una reacción: Si arrojaste granadas, no esperes que te lancen rosas; sembrando cizaña no se puede esperar obtener frutos sanos. Se recibe lo que se da, multiplicado por mil, en bendiciones o desgracias. El humo solo demuestra que debajo hay un fuego intenso que lo ha provocado.

4.-Siempre existen opciones ante cualquier situación: Nada hay irresoluble, aunque es cierto que existen alternativas más dolorosas, complicadas o difíciles que otras, pero ahí están en espera de una decisión que deba ser tomada, está en querer y tener la voluntad de hacerlo.

5.-Ningún problema se resuelve solo: Todo lo contrario, mientras más se le ignora, su dimensión irá en aumento convirtiéndose en esa bola de nieve indetenible con dimensiones descontroladas que, llegado a los extremos, ha tomado tanta velocidad que no se podrá contener. La dificultad sigue siéndolo, hasta que se enfrenta.

Entonces, la vida es una excelente maestra en esa aula sin muros que es nuestra existencia para enseñarnos sus lecciones, siempre y cuando estemos dispuestos a ponerle atención y aprenderlas o, al contrario, mirar en otra dirección y reprobarlas para tener que cursarlas de nuevo.

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