La radicalización de Daniel
Ortega y la postura de la
izquierda latinoamericana

El Gobierno de Nicaragua transita por momentos difíciles, que quizás han puesto a prueba la estabilidad de la gestión autocrática del presidente Daniel Ortega y su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo, quien estaría detrás de todas las jugadas políticas del primero, tendentes a su radicalización como forma de preservar el control político.

Las últimas medidas adoptadas por el Gobierno de Ortega demuestran desesperación o por lo menos el temor de que la llama de la sedición que estaba encendida en el grupo de casi 300 nicaragüenses que fueron desterrados, fuera calando hasta convertirse en un volcán en erupción.

Sobre esta base hay que observar la disposición de suspender las actividades religiosas propias de la Cuaresma y limitar algunas de ellas al entorno de las iglesias, en un país donde el sincretismo entre las manifestaciones culturales y dogmáticas alcanzan su punto cumbre durante el periodo litúrgico de estos 40 días, como advenimiento a la Pascua, siendo esta una fiesta espiritual para quienes comulgan con la fe católica.

La iniciativa puede parecer atinada desde la perspectiva de un Gobierno que se precia de ser autoritario y dictatorial, soslayando que las iglesias y más que nada la fe, sirven para canalizar las energías y que muchos no actúan de forma errática por temor al castigo divino.

Para poner en contexto lo anterior, solo basta observar que el fenecido dictador Fidel Castro pasó de rechazar y acosar a las iglesias, sobre todo a la católica, por las críticas al comunismo, al reconocimiento de ellas, no porque quizás haya cambiado de ideas e intenciones, sino como parte de una estrategia política de índole pragmática.

La medida de Ortega viene precedida por los duros golpes asestados contra las Organizaciones No Gubernamentales (ONG´s) nacionales y extranjeras, que desde hace casi una década son coartadas, anuladas y sacadas del país, despojándolas de su personería jurídica, tal y como fue plasmado por el portal virtual Infobae, en un trabajo titulado “El régimen de Daniel Ortega anuló otras 100 ONG y ya suman más de 3.000 las entidades canceladas en 2022”, publicado el 24 de noviembre del citado año.

A todas luces, Ortega emula al mandatario ruso, Vladimir Putin, que para robustecer la centralización del poder político promulgó una ley en 2015, que prohíbe las actividades de las ONG extranjeras, a cuyos integrantes asume como espías, desde la óptica de que tienen su propia agenda, que en ocasiones se distancian del interés nacional.

Mientras tanto, gobernantes de varios países latinoamericanos, algunos incluso con similitudes ideológicas, están marcando equidistancia de las medidas radicales adoptadas por el Gobierno de Ortega. Unos mantienen un discurso moderado, mientras que, el presidente de Chile, Gabriel Boric, ha sido el más frontal, indicando en relación a los desterrados que “No sabe el dictador que la patria se lleva en el corazón”.

Queda esperar que nuevas medidas adoptará el gobernante Daniel Ortega para frenar los aires de libertad al que aspiran muchos de sus coterráneos y las decisiones que podría tomar una comunidad internacional que presta interés a otros temas aparentemente más estratégicos.

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