Para ser experto en derecho constitucional se necesitan algunas habilidades y conocimientos que casi todos tenemos, pero solo algunos tienen conciencia de ello.

Primero se necesita saber leer y tener algunas habilidades de exposición y de redacción. Pero, más aun, se debe creer que nadie más puede leer ni entender. De igual forma, y aunque parezca increíble: se debe haber leído la Constitución de la Republica. Aunque no necesita haberla leído entera, con uno, dos o, si realmente le gusta tanto leer, tres artículos de la Carta Magna que haya leído, puede ser considerado, con justeza, maestro en la materia o, incluso, “la misma constitución andante”.

Además, el constitucionalista que se precie de serlo, debe saberse una o dos frases de un par de autores canónicos, aunque no haya leído íntegramente los libros ni los tenga en su biblioteca. “La esfera de lo indecidible”, de Ferrajoli, no puede faltar. “Constitución formal y real”, de Lassalle, alguna de Lowestein, Hobbes y de Schmitt, y cualquiera del “Derecho Dúctil” de Zagrebelsky, será útil. También, debe conocer alguna jurisprudencia constitucional nacional y foránea.

Debe, en su vocabulario, incluir las palabras o frases siguientes: principios, valores, reglas, norma, validez, eficacia, naturalismo, absolutismo, positivismo, sustrato moral, obiter dicta, coto vedado, sistema republicano, neoconstitucionalismo, Constitución normativa y ejes transversales, entre otras.

Otro rasgo que distingue a un buen constitucionalista es el pelo. Si es lacio debe dejárselo largo. Si, en cambio, es crespo, entonces debe dejarse crecer la barba. Y todos, sin importar pelo ni barba, deben utilizar lentes, para la necesaria sensación de múltiples lecturas.

Lo bueno de los constitucionalistas es que no importa lo que hayas dicho en la clase, ni lo que planteaste en un artículo para la prensa o en alguna revista indexada, ni siquiera lo escrito en un tratado: el conocimiento es dialéctico, se transforma y cambia, por eso puedes variar de posturas, aun sin mucha justificación ni motivación. Lo que realmente importa es lo que creas hoy, en el momento. El río de Heráclito los justifica. Demás está decir que un buen constitucionalista debe ser docente universitario de grado y postgrado, eso no por el placer ni el deseo desinteresado de enseñar, sino por lo que representa, para tu relación con el “poder”, que seas docente de tal o cual academia, o vocero, actual o pasado, de alguna ONG.

Si tienes estas herramientas: los tres artículos de la Constitución leídos y un poco de conocimiento disperso de historia y política, ya puedes pontificar sobre todo lo humano e, incluso, lo divino. Y ser una especie de “asesor universal”. Aunque, yendo más hondo, lo que necesitas es “sentir la Constitución”. Incluso, por deducción lógica, podrías criticar a los constitucionalistas, sin saber nada de Derecho constitucional.

Obviamente, hay constitucionalistas de verdad y de cartón piedra, como en la canción de Serrat. Algunos son como el corcho que siempre flota, o como el péndulo, que va de un extremo al otro. Los menos, procuran el justo medio aristotélico. En los tiempos todos somos constitucionalistas aunque no hayamos, aún, leído nuestros tres artículos de la Constitución.

(Dedico este divertimiento, donde todo es verdad, donde todo es ficción, a un constitucionalista de verdad, que me distingue con su amistad, y que colecciona relojes).

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