Era tan solo un niño de seis años de edad que cursaba el primero de básica. Mi madre apenas me dejaba salir al colmado de la esquina para hacerle los mandados. Pero aquel 4 de mayo de 1996, hasta esto último se me prohibió durante los meses siguientes.

No entendía el porqué y al preguntar sobre eso, ella solo me decía que los niños no podían salir a la calle porque les ocurrían cosas malas.

En esos días todos comentaban que un niño llamado José Rafael Llenas Aybar había aparecido en un riachuelo con más de 30 puñaladas en todo su cuerpo. Era hijo de gente con abolengo. La sociedad estaba alarmada por el hallazgo. Nadie entendía cómo un jovencito de 12 años había podido tener tan trágico final.

Mi edad tampoco permitía ver la magnitud del asunto. Solo supuse que era otro crimen sangriento que estaba fuera de mi entorno o alcance, y que por ende, no debía preocuparme.

Uno de mis hermanos acostumbraba a comprar la extinta revista Suceso, un suplemento de crónica roja muy popular durante finales de la década de los 90′ y principios de 2000. Por casualidad me topé con uno de esos ejemplares debajo de su cama mientras jugaba en la habitación.

La portada era el cadáver de aquel niño amarrado y vejado en condiciones horripilantes. El suplemento también había colocado fotografías de sus verdugos en la página principal: habían sido Mario Redondo Llenas, quien era su primo favorito; y Manuel Moliné, un amigo de este.

Al leer los detalles del crimen sentí escalofríos. Incluso, comencé a desconfiar de uno de mis primos que era mayor que yo y en innumerables ocasiones se lo confesé a mi madre. Ella me decía que no tuviera miedo porque no me pasaría lo mismo. Pero era inevitable; ¿Quién era yo para que también no me pudiera pasar lo mismo?

El hecho me marcó desde ese momento. Durante gran parte del tiempo y con apenas seis años de edad, veía con desconfianza a gran parte de mis familiares. De una u otra forma el caso me indujo a la fijación de no perderme ninguna programación de televisión que tocara el hecho. Estoy seguro que esa sensación se replicaba en gran parte de la sociedad.

Con el pasar del tiempo el asombro mermaría, como era de esperarse. No obstante, ese instinto de que cualquiera es capaz de hacer cosas horribles e indescriptibles, sin importar que tan cercano sea de ti, continúa latente en mi subconsciente.

Hoy justamente hace 27 años de aquel 4 de mayo. Ya Manuel Moliné cumplió 20 años de condena y se ha reinsertado a la sociedad. Mientras que el primo favorito de Llenas Aybar, Mario Redondo, le toca esperar la culminación de los últimos tres de los 30 que les fueron impuesto para también reinsertarse.

Sin embargo, un joven no tuvo una segunda oportunidad de vivir. Nadie sabe hasta donde hubiera podido llegar. Es imposible saber si la ingeniería, la economía o cualquier otra carrera le habría sonreído de manera exitosa. Cuántos hijos pudo haber tenido…

Solo quedarán las especulaciones de lo que José Rafael Llenas Aybar pudo haber sido.

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