Michelle Obama comenta en su libro “Mi historia” que todo lo que es y en lo que pudo convertirse -a pesar de los pronósticos como mujer negra de origen humilde- se lo debe a quienes confiaron en ella desde sus años de infancia. Esa educadora que descubrió su talento, el vecino que la encausó, la tía que le enseñó a tocar piano, su único hermano que la apoyó, su padre que fue ejemplo de dignidad y decoro, la madre incondicional que la acompañó a la Casa Blanca para ayudarla a criar sus hijas y, sobre todo, el marido que siempre la valoró, le permitió desarrollarse y luego, se convirtió en el primer presidente norteamericano de color (que, a lo mejor, no lo habría conseguido sin ella).

Y es que la vida de toda persona exitosa es el resultado de una secuencia de apoyos que, eslabón tras eslabón, forman esa cadena fuerte y vigorosa que la conduce a la meta y la sostiene firme para mantenerse en ella. No hay ayuda menor que no merezca ser apreciada, en el plano más humilde del que madruga para alimentarte y transportarte, poniéndote en condiciones de comerte el mundo o el más sofisticado que apostó a ti y te dio esa oportunidad de oro para la que vienes preparándote día tras día y que sabrás aprovechar cuando llegue el momento y lugar justos.

El triunfo se edifica sobre una estructura de eventos colocados de manera magistral en un edificio construido por muchos y afanosos albañiles, sin los cuales no se mantiene en pie, desde la zapata hasta el ornamento. Pieza a pieza ha participado ese ángel de la guardia que ve en ti ese potencial que ni tú sabías que tenías, pero que te ha empujado en el trayecto para que avances, tomes impulso y alces el vuelo, cuando carecías de fuerza para hacerlo.

Agradece a esa profesora que te exigió más que a los demás porque detectó tu capacidad, a ese jefe que te dio la primera oportunidad de trabajo, al que creyó en ti cuando nadie lo hizo, al que te hizo reír para que olvidaras tus pesares, a quien se sacrificó, te mantuvo en pie y te dio su espacio para que pudieras asumir el tuyo; no defraudes el legado, la confianza y la esperanza que otros han puesto sobre tu persona. Es tan corta la palabra y tan profundo el significado, solo basta decirla con la sinceridad plena del que sabe que lo que es, se lo debe a muchos: gracias.

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