Para unos, un motivo para detenerse, comenzar de nuevo, analizar lo realizado y proyectar lo que viene. Para otros, la continuidad sin pausa de lo mismo, un recorrido lineal sin curvas, repetitivo y reiterativo, en que se incurre en iguales errores, hacia atrás y hacia adelante, como una vuelta eterna que comienza donde mismo termina. Total, la fecha de expiración la tenemos todos, algunos más extendida que los demás.

Doce meses que son una incógnita, sin saber si impactará nuestra salud, las finanzas o quizá, el plano profesional, familiar o amoroso; sin embargo, lo que sí hay de cierto es que solo con voluntad se pueden ir construyendo, mucho hay de la disposición de cada quien para controlar el derrotero que tome su porvenir porque la preservación del equilibrio existencial dependerá de la decisión de aferrarse a lo que en realidad es valioso o flotar a la deriva al ritmo que dirijan los vientos externos, huracanados o tranquilos.

Nuestro cuerpo es un templo del que a veces abusamos y luego nos lamentamos por enfermarnos; el dinero lo gastamos a granel -como si no hubiera mañana- y luego nos quejamos de la carestía. No se asciende ni se evoluciona en un trabajo sin aplicarse a fondo para hacer la diferencia y poderse destacar, tampoco en una relación, si no se le dedica el tiempo que merece. El año nos traerá y nos arrebatará seres queridos, lo que es inevitable en esta rueda de la vida, mientras llegan algunos, unos cuantos se irán.

Sin embargo, el destino es una utopía que hemos creado para atribuir a la providencia o a otros, lo que no hemos querido (o podido) hacer y solo a nosotros corresponde; la suerte no existe, se crea. Arrastrar la desgracia responde a la intención del individuo, cada mes nos coloca en la perspectiva de un huacal vacío o un continente de nuevas y mejores experiencias, es una elección. El libre discernimiento es hasta bíblico, por tanto, la decisión entre el bien o el mal obrar es personal de cada uno y de la que cada cual se hace responsable.

Tres cuatrimestres se ciernen ante nosotros para aprovecharlos o desperdiciarlos, para soltar los viejos lastres y volar más alto o para arrastrarnos como gusanos con malquerencias. Este podría ser el mejor o el peor año, la apreciación es individual y a cada quien que lo afronte con la suficiente objetividad como para aceptar conscientemente que de lo bueno y lo malo somos nosotros los únicos culpables.

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