Llega el fin de semana, ocasión propicia para ir a su restaurant favorito y relajarse. De camino, se detiene en una gasolinera para echar combustible, luego de que el bombero le diera a elegir entre la premiun y la regular.
Cuando llega a su destino, selecciona gustoso del menú de carnes y le preguntan si la quiere bien cocida, término medio o tres cuartos, a la vez que le presentan 6 opciones de acompañamiento. Al decidirse por las papas, debe especificar si como puré, salteadas, francesas, hervidas o gratinadas. Para beber pide agua, el camarero de turno, muy solícito, le explica que hay con gas o sin gas, las marcas disponibles y le pregunta si la quiere con hielo o a temperatura ambiente. De plano, hasta se le quitó la sed y toma un vino, más por el precio, que porque fuera chileno, español o californiano.
Su esposa, por su parte, quiere un capuchino; así que le cuestionan si el italiano o el americano y que, en caso de ser intolerante a la lactosa, tienen leche de almendras. También debe optar entre azúcar de dieta, parda o blanca, al final, se lo bebe amargo para evitar disquisiciones. Después de leer un extenso menú, se decanta con un pescado como platillo principal, pero debe explicar de cuántas libras y si lo prefiere asado, frito o al vapor para tomarlo con la ensalada predilecta -verde o hervida- de las que debe indicar el tipo de aliño, cremoso o a la vinagreta.
Mientras, el hijo fue al lugar de comida rápida de al lado donde debe escoger entre el hamberger con o sin 2 carnes, ponerle algún vegetal, con papas o aros de cebolla y de qué tamaño; le dice al cajero que lo normal, como eso no existe en el establecimiento, señala una de las ofertas de los combos.
Sus padres, al momento del postre, pasan por la misma letanía, se les muestra que tienen para compartir, fríos o calientes y se les describen los ingredientes para que no haya sorpresas indeseadas. Terminada la comida, le preguntan al comensal -que ya ha bebido un digestivo cuya variedad fue detallada minuciosamente por un mesero experto- si pagará en efectivo o tarjeta y si habría que emitirle una factura con valor fiscal. Al llegar a su casa, ya está exhausto y aturdido, ya que él solo quería salir a cenar con su familia; entonces, suspira con añoranza por los tiempos en que todo era más sencillo y bastaba pedir un plato de comida para que se entendiera perfectamente que era uno de arroz, habichuela y carne.