Como señalábamos en nuestro anterior escrito, las situaciones sanitarias más severas tenían que ver con las epidemias, y los escasos médicos del país hacían los mayores esfuerzos, en unión de las autoridades para combatirlas. Durante la epidemia de viruelas del 1881, se reportaron más de 1000 casos de afectados en Santo Domingo, y se reportaron 227 defunciones. En poblaciones como Puerto Plata, las acciones preventivas de médicos como el Dr. Ulpiano Dellunde, disminuyeron los casos ocurridos, y se reportaron 67 defunciones. En 1885 nos amenazó la aparición del cólera en España y Francia, aunque afortunadamente, la campaña propiciada por el Dr. Pedro Delgado, para fumigar todos los barcos provenientes de Cuba y Puerto Rico, evitó que nos afectara esa enfermedad.

Otra epidemia que nos afectó en Santo Domingo ocurrió en 1885. Una gran cantidad de casos de Difteria, aparecieron en Santo Domingo, y de acuerdo al relato del Dr. Elpidio Ricart, fallecieron muchos niños, entre ellos un hijo del Dr. José de Jesús Brenes. La aparición de casos de difteria se prolongó hasta el 1890 pese a lo cual, en un periódico de la época se publicaba: “ Meses que esta terrible enfermedad viene haciendo víctimas y mas víctimas en esta sociedad. Y al paso que la vemos parece evidente que por muchos años continuará azotándonos con el mismo ensañamiento”.

En 1892, la recién fundada Asociación Médica de Santo Domingo, presidida por el Dr. Juan Alfonseca, nombró una comisión formada por los Dres. Pedro Garrido, Pedro Pantaleón, Francisco Henríquez y Carvajal, así como Heriberto de Castro. Las recomendaciones hechas al ayuntamiento por esa sociedad, que hoy es el Colegio Médico Dominicano, contribuyeron a disminuir el número de casos que se presentaban en nuestro país de esa enfermedad.

Nuestra medicina avanzaba muy lentamente, y debemos agradecer la visita de médicos extranjeros que se radicaron en nuestro país, como el español Basilio Iñiguez, quien ejerció en Santo Domingo en la calle Hostos, y formó varios médicos. Gregorio Luperón reconoció la labor del Dr. Joseph Phister en Puerto Plata, en asistir a los dominicanos durante las guerras de la Restauración. El caso del Dr. Emeterio Betances, ha sido ampliamente descrito, gran patriota y médico abnegado y desprendido en nuestro país y en Puerto Rico. En el 1872, vino a Puerto Plata el médico cubano Francisco Arcilagoz, quien se dedicaba a la medicina general y la oftalmología. De hecho en el periódico “El Porvenir” en 1872, aparece este escrito: “ Motivo de esta es la visita profesional con que ha venido a favorecer esta localidad el ilustre facultativo Dr. Francisco Arcilagoz. He aguardado para permitirme esta expresión social de los hechos manifestados. La operación de abatimiento de cataratas practicadas al Sr. Juan Rotestán, han hecho que quien estuvo ciego, fue vuelto a la luz y le permite caminar por las calles sin varas o lazarillo”. Este escrito firmado por el Sr. M. Silva, muestra la incidencia del Dr. Arcilagoz en Puerto Plata. De igual forma médicos como el Dr. Juan García, español, que se quedó en el país luego de las guerras restauradoras, o el cubano Pedro Dobal, o el inglés Robert Douglas, fueron de los médicos más reconocidos de la época.

Ya al inicio del siglo XX, en medio de las guerras y revoluciones que matizaron esos primeros años, trataremos en otro artículo sobre los Hospitales de Sangre, lamentablemente tan utilizados, y debemos reconocer la labor de destacados profesionales como los Dres. Pedro de Marchena, Octavio del Pozo, Arturo Grullón, Wenceslao Medrano o Darío Contreras, que matizaron esos primeros años del siglo XX.

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