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Dos años sin que las manos de algún curioso lector los tocaran. Todo ese tiempo sin que nadie les echara un vistazo, aunque fuera de lejos.

Sometidos a los candados sin fecha de apertura, simplemente porque así lo dictaron las circunstancias; fue la era en que las puertas se cerraron y los bombillos de las bibliotecas se apagaron. Fueron los tiempos de la Covid-19.

Al igual que la mayoría de instituciones del país, la biblioteca de la UNPHU permaneció cerrada de manera presencial durante la pandemia (2020-2022). / Foto: Anderson Guerrero

Y es que, aunque las bibliotecas universitarias de la República Dominicana finalmente vieron la luz del sol cuando la pandemia perdió su terreno ante las vacunas, estas nunca se detuvieron.

A pesar de que los pasillos estaban oscuros y los recintos se mantenían desiertos, los bibliotecarios trabajaron más que cualquier día en el pasado. Y, pese a todo, las personas continuaron leyendo.

Era el momento de acelerar el proceso de digitalización de los libros, los servicios y la alfabetización informacional. Eran los tiempos de almacenar las obras en la nube.

Y es por eso que Eloisa Marrero, directora de la Biblioteca Central de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU), describe que mucho antes que apareciera la pandemia se estaba desarrollando un proceso de digitalización.

La directora de la biblioteca de la UNPHU, Eloisa Marrero, explica al periodista Dalton Herrera sobre las novedades tecnológicas y el proceso postpandémico. / Foto: Anderson Guerrero

Según explica, la virtualidad era una realidad que debía replicarse en los libros ya que las bibliotecas siempre han tenido que adaptarse a las necesidades de los tiempos.

Sin embargo, Marrero nunca imaginó, ni de manera remota, que este plan de virtualización iba a precipitarse.

Proceso digital se adelantó

Luego de que el 18 de marzo del año 2020 se cerrara la biblioteca en la UNPHU debido a la Covid-19, el portal web de esa institución académica era la única herramienta que podía sustentar las clases virtuales, tanto a los docentes como a los estudiantes.

La recopilación de los materiales bibliográficos, una auténtica base de datos de obras y libros de referencia, tesis y monográficos, así como convenios y, sobretodo, el repositorio de la universidad; pudieron cubrir las necesidades de la comunidad estudiantil y profesoral que se veía impedida de salir de su hogar.

Para tales fines, los bibliotecarios tuvieron que organizar y escanear miles de capítulos de libros por solicitudes, así como mantener el orden de los más de 200,000 materiales ya recopilados.

«Las transformaciones que se han generado como parte de la sociedad contemporánea, han significado una revolución para las bibliotecas universitarias, las que han acogido, usado e impulsado las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC’s) para su desarrollo. Su uso intensivo ha permitido potenciar todo el trabajo técnico y la diversificación en sus servicios», expresa Marrero.

La biblioteca de la UNPHU posee alrededor de 200,000 unidades de libros y se pueden obtener, tanto presencial como digital. / Foto: Anderson Guerrero

La directora asegura que las TIC’s han impuesto un reto, marcado por el ritmo acelerado de la generación del conocimiento bajo nuevos estilos de aprendizaje, lo que ha sentado las bases para que las bibliotecas universitarias pasen de ser instituciones de apoyo a la docencia, a convertirse en centros integrados a la formación académica.

 «Es el tiempo de las bibliotecas híbridas, pues las necesidades de los tiempos te dictan que tanto los libros virtuales como físicos, deben congeniar. Pues, nuestro deber es satisfacer al lector, y como sabemos, hay personas que prefieren sus libros físicos. Otros lo prefieren digital. Es por eso que debemos adaptarnos a las exigencias de nuestros usuarios», indica Marrero.

Un recorrido al conocimiento

La forma circular del Edificio Número 3 del campus de la UNPHU en Santo Domingo es, quizás, el principal distintivo arquitectónico de esa institución. Este consta de cuatro niveles, de los cuales dos son destinados solo para los libros.

Edificio Número 3 del Campus de la UNPHU. / Foto: Anderson Guerrero

En el primero piso se encuentra el vestíbulo, donde se ubica el acceso al catálogo en línea, vitrinas de exposiciones de los recursos documentales; además de la Sala de Referencia, Sala Digital, Sala Dominicana y el Museo Pedro Henríquez Ureña.

Este museo posee colecciones del reconocido escritor, además de varias de sus pertenencias y, en el centro del espacio, se ubica el baúl que guardó sus cenizas al momento de ser trasladadas hacia el país desde Buenos Aires, Argentina; lugar que albergó sus últimos días de vida.

Baúl que albergó las cenizas de Pedro Henríquez Ureña cuando sus restos fueron trasladados desde Argentina hacia República Dominicana. / Foto: Anderson Guerrero

El ambiente despierta solemnidad. Sobre todo, si se toma en cuenta que en uno de los estantes se preserva parte del cabello de su madre, la poeta Salomé Ureña. Además, otro objeto que allí se conserva es el crucifijo que cargó con ella y que utilizó colgado de su cuello durante gran parte de su existencia.

Parte de la cabellera de la poeta Salomé Ureña que se conserva en la sala-museo. / Foto: Anderson Guerrero

La colección del doctor

Una novedad es que las estanterías son abiertas, por ende; cualquier estudiante o docente puede hojear cualquiera de los libros sin necesidad de pedir una referencia en específico al bibliotecario de turno.

La mayoría de las áreas están cubiertas de cristales, lo que proyecta una panorámica de delicadeza. Y es precisamente tal cualidad lo que se quiere impregnar a los visitantes que deciden ingresar a los pasillos de la biblioteca para cargar los libros, manosearlos y estudiarlos.  Una forma de decirles a los lectores que cuiden los materiales, pues son delicados.

Antesala de la colección del Dr. Joaquín Balaguer; un busto de José Martí, dos retratos de su persona y su mecedora preferida adornan el lugar. / Foto: Anderson Guerrero

Ya en el segundo piso están el área de consulta de la prensa, la hemeroteca, la Sala de Estudios Colectivos y la Sala Dr. Joaquín Balaguer.

La Sala Joaquín Balaguer es una de las “joyas más preciadas” del lugar, pues contiene la donación de sus más de 19,000 libros, estanterías de caoba, un busto de José Martí y una mecedora de caoba donde solía sentarse para leer y escribir.

Parte de la colección del Dr. Balaguer. / Foto: Anderson Guerrero

Obras del español Francisco de Quevedo, cuyas ediciones príncipes datan del siglo XVIII eran guardadas por Balaguer con gran recelo. Otro de sus libros favoritos era “El Gaucho Martín Fierro”, del autor argentino José Hernández.

El extinto mandatario atesoraba revistas y periódicos dominicanos, encuadernados y en perfecto estado de conservación, los cuales se complementaban con fotografías y el Archivo Vertical que contiene recortes de prensa y materiales sueltos; tales como hojas e ilustraciones que se han publicado sobre su persona.

Joaquín Balaguer era un bibliófilo. / Foto: Anderson Guerrero

Una de sus fijaciones literarias era coleccionar libros biográficos sobre personajes de la historia. Podría navegar por las hojas de vida de Mahatma Ghandi y Martín Luther King; pero podría terminar buceando por el camino pedregoso de Iósif Stalin, Kim Il Sung y Francisco Franco Bahamonde.

Estas posesiones fueron el resultado de dos años de donaciones que realizó el extinto mandatario entre 1989 y 1991, momentos en que todavía ejercía el mando en la República Dominicana.

Inicialmente la colección se ubicó en la Sala de Referencia, ubicada en el primer piso; no obstante, un año después se completó la construcción de la sala que lleva su nombre.

Un gran reto

Para la directora de la Biblioteca Central de la UNPHU, uno de los grandes retos es lograr la alfabetización informacional como nueva función social y académica en las bibliotecas universitarias.

“Las facilidades en el acceso a la información inmediata, gracias al uso de las TIC’s, especialmente de internet, han generado el criterio errado de que las bibliotecas y los bibliotecarios dejarán de ser necesarios, ya que el usuario es capaz de resolver sus necesidades de información de forma autónoma”.

Marrero señala que la identificación de las dificultades que tienen que ver con el tratamiento y uso de la información han puesto en evidencia que el bibliotecario es el ente capaz de diseñar las acciones formativas que permitan resolver las dificultades en torno a la pérdida de tiempo en la búsqueda de datos, el dominio de los requisitos formales para la redacción de trabajos científicos y el desconocimiento de los criterios de evaluación de la calidad científica y académica, entre otros puntos.

“Se debe garantizar una atención personalizada al usuario, ya sea de forma presencial, semipresencial o virtual; siempre tomando en cuenta su necesidad. Como diría María Isabel Domínguez Aroca, la biblioteca tiene que intentar conseguir que cada usuario pueda acceder a lo que necesite”.  

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