Ningún presidente de la República había sido objeto, jamás, de una campaña propagandística de endiosamiento de la portentosa magnitud que se le hace al licenciado Danilo Medina.

Ningún gobierno ha malgastado tanto dinero en darse tanto bombo como lo han hecho las administraciones del presidente Medina.

Es más, cuando se saque bien la cuenta, podría resultar que en los 5 años y pico que van de las dos gestiones de Medina, se ha malgastado más dinero en propaganda oficialista que lo invertido por todos los gobiernos juntos anteriores a 2012, incluyendo períodos como los 31 años de Trujillo, los 12 y 10 de Balaguer y los 3 períodos de Leonel Fernández.

Ningún gobierno anterior había tenido en nómina, en nominillas y en el clientelismo político en que ha sido convertida gran parte de la asistencia social con cargo al Presupuesto Nacional, como la administración Medina.

Ningún gobierno había manejado la opinión pública a su antojo como lo ha hecho este gobierno, con la agravante de que cuando la Sociedad Dominicana de Diarios le reclama que se someta al intercambio franco y abierto con la sociedad a través de la prensa, el presidente se limita a responder escueta e insólitamente: “yo hablo”, y sanseacabó.

(Y la segunda figura del gobierno, doña Margarita Cedeño de Fernández, como para no quedarse atrás postula, en una cita mal traída a cuenta, que el gobierno “administra el silencio”).

Pero, tremenda paradoja, ocurre que, en tiempos ordinarios, el apoyo a un presidente y la popularidad de ningún otro gobierno habían caído tan abrupta y vertiginosamente como se han derrumbado el apoyo político al presidente Medina y la aprobación de su gestión.

Es como cosa de los cielos, asunto de voluntad divina, pues mientras más trata el gobierno de lavarle el cerebro a la población, mientras más gasta en su saturante propaganda, y mientras más controla instituciones y entidades, más se desacredita y más popularidad pierde.

Como quien dice anteayer, hace menos de 18 meses, el presidente Medina supuestamente ganó su reelección con un 62%, un nivel de apoyo histórico, jamás alcanzado por presidente dominicano alguno en elecciones nacionales.

Y a los 17 meses de esa elección ya el presidente Medina ha caído sustancialmente por debajo de Luis Abinader, quien hoy encabeza la preferencia presidencial, y al que se impuso en lo que Participación Ciudadana llamó la más desigual competencia electoral que se hubiera visto jamás en el país.

Amplios sectores de la población ven su publicitada gestión caída en el descrédito, ya que por acción u omisión se la responsabiliza de niveles de corrupción, impunidad e inseguridad que los dominicanos no habían conocido, mientras cunden la desesperanza y la fe en el porvenir.

Terminé mi artículo de la semana pasada con los siguientes párrafos, que me parece oportuno repetir:

“Desde el 20 de enero, escribí que luego de la abisal fractura Odebrecht, el camino de la reelección quedó cerrado, y que al presidente Medina le convenía prepararse a organizar tranquilamente el traspaso de mando en 2020.

“Ahora veo que el presidente y su equipo no deben distraerse en escaramuzas inútiles como los intentos de trapisondear la Ley de Partidos, mientras dejan que se acumulen el deterioro ético y el desorden.

“No entender el proceso que se viene incubando expone al presidente y su gobierno a seguir resbalando en una pendiente enjabonada, hacia una estrepitosa caída de la que saldremos perdiendo todos”.

Los datos de la realidad, tan tercos, siguen hablando.

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