Si hay un partido en el país sinónimo de resilencia en su evolución histórica es el PLD, pues, desde 1961 llegada del PRD, ningún partido político, aunque nadie haya reparado en ello, ha sabido construirse y establecerse, política y electoralmente, como la organización que fundara el Prof. Juan Bosch 1973.

Y más aun, después del hecho histórico significativo y único: relevo exitoso, post y en vida de la desaparición de su líder histórico, al protagonizar y dirigir la mayor transformación del país en todos los ámbitos desde 1996 hasta hoy día, Diga lo que se diga luces y sombras-.

Y no han sido pocas las salidas, por disímiles razones u coyunturas, de figuras señeras en su historia; incluso la de quien fuera, post-Bosch (retiro y desaparición), su líder hasta 2019.

Ello es una prueba fehaciente de que Bosch hizo una escuela política del PLD para la formación de líderes políticos profesionales y visión de Estado. Otra explicación, a la luz de la historia, sería una mezquindad no reconocerlo.

Ahora, justamente, el próximo 16 de octubre, a solo escasos días, el partido de la estrella amarilla se aboca a finalizar un proceso de consulta semiabierta para saber, con certeza, cuál de sus aspirantes, de cara al 2024, aglutina la mayor simpatía partidaria y ciudadana.

Y aunque la consulta no tiene fuerza de ley más allá del compromiso partidario, no deja de ser un ejercicio democrático que, de salir exitoso como todo apunta, será un valor agregado a nuestra democracia y sistema de partidos.

Sin embargo, para el PLD el éxito en la consulta significará mucho, pues después de su salida del poder y el vendaval de ataques y procesos judiciales de doble vía, apuntalará, como ha sido desde que rompió la polarización y hegemonía política electoral PRSC-PRD, su fortaleza electoral y el arraigo social que concita en la sociedad dominicana a pesar de la campaña de descrédito que sus adversarios vienen articulando para disminuirlo política y electoralmente, hasta el punto de querer disputar lo que las grandes mayorías nacionales le depositaron en las urnas 2020 bajo sus horas más difíciles y cruciales.

Y si miramos el arcoíris de sus aspirantes trayectoria, experiencia y formación no queda duda de que su mejor opción, de cara a las elecciones de 2024, es Francisco Domínguez Brito, por una serie de razones políticas coyunturales e históricas que hacen esa candidatura inexpugnable frentes a los embates del partido de gobierno y sus aliados abiertos o solapados; pero, además, porque marcaría un antes y un después, pues competirán, con posibilidades reales, el presidente actual y el más idóneo oposicionista.

En fin, la suerte está echada; y el único error, en última instancia, que el PLD no se puede dar el lujo de cometer, sea quien fuere el favorecido, es poner en riesgo o entela de juicio la unidad. En consecuencia, les auguramos éxito.

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